Para que un músculo voluntario se contraiga, es necesario que reciba una orden ¿De dónde? Del cerebro. A nivel de cada hemisferio cerebral, en la corteza, hay una zona que controla todos los músculos. Así como hay una zona para la audición, otro para la visión, etc., hay una zona para los músculos. Se llama zona motora. De las células de la corteza cerebral, de esta zona motora, parte la orden de contracción. Ella corre por los nervios bajo forma de energía nerviosa hasta que llega al músculo. Podríamos compararla a la corriente eléctrica. Esta es generada en la central y circula por los cables bajo forma de corriente eléctrica, hasta que Üega a una bombita, estufa o máquina. En la bombita se transforma en luz, pero en la estufa se transforma en calor y en la máquina en la fuerza que la pone en movimiento. Bien: la energía nerviosa que parte de la zona motora, al llegar a los músculos se transforma en la energía que provoca la contracción muscular. Un músculo que se contrae, se acorta. Esto 16 saben los niños cuando juegan a "hacer músculo": provocan intencionalmente la contracción del bíceps; éste es un músculo largo, pero al contraerse acorta tanto su longitud que se transforma en una bola, tanto más corta cuanto más ejercitados están en hacerlo. Ahora bien: en el interior de cada músculo hay un conjunto de fibras nerviosas que son comprimidas en cada contracción. Es a través de ellas que nuestro cerebro es informado del estado de contracción del músculo. Ustedes pueden hacer la prueba. Hagan contraer los músculos del muslo, por ejemplo. Para ello es necesario que parta del cerebro la orden. El músculo se contrae. Ustedes sienten a nivel del muslo una sensación de agarrotamiento; la sensación está localizada en el muslo. Pero el órgano que la percibe es el cerebro. Esta experiencia se puede repetir en cualquier parte del cuerpo, con cualquier músculo voluntario: la mano, el brazo, la nuca, etc. Viene la orden, los músculos se contraen y ustedes tienen la noción bien clara de dicha contracción. Normalmente nosotros no tenemos la sensación de la contracción de los músculos en los miles de movimientos que realizamos durante el día, porque su repetición ha borrado esta sensación, actuamos automáticamente. Pero cuando queremos aprender nuevos movimientos, entonces actuamos pensando, controlando mentalmente cada actitud que vamos a tomar. Por ejemplo: cuando un sujeto quiere aprender a manejar una máquina, un auto. Está sentado firme en la dirección y piensa cada movimiento que va a realizar: mover una pierna, un brazo, le representa un trabajo mental. Al poco tiempo todos esos movimientos los realiza con soltura, automáticamente. En resumen: dado el carácter de estos músculos, nosotros podemos saber en determinado momento si ellos están contraídos o están en relajación.
En el parto hay dos períodos bien diferentes. En el primer período el útero se contrae para producir la dilatación del cuello. Este trabajo lo realiza solamente el útero. De nada vale que durante cada contracción ustedes hagan algún esfuerzo muscular. Ello no va a acelerar el proceso de la dilatación. Todo ese esfuerzo de contracciones, gritos, representa un enorme trabajo inútil, pero trabajo al fin. Se gastan grandes cantidades de energías, se consume glucosa y oxígeno, sin beneficio alguno. Pero el trabajo de los músculos (contracción), representa trabajo de todo el aparato nervioso que lo dirige: nervios y corteza cerebral. Es decir: durante las 12 o 16 horas que dura la dilatación del cuello del útero han estado haciendo un gran trabajo inútil, tanto físico como nervioso. El resultado es el agotamiento materno.
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