Hasta hace poco tiempo se enseñaba que el hombre tenía dos tipos de vida:

— una vida exterior, llamada vida de relación, controlada por el cerebro a través justamente de las informaciones que recibía por los órganos de los sentidos. Así un ruido, una luz, un olor, a través del oído, del ojo o del olfato, le informaban de las distintas circunstancias que enfrentaba y le permitían adaptarse a las mismas;

— una vida interior, la vida de nuestros órganos, vida vegetativa, que era independiente de nuestro cerebro y que estaba regida por un sistema nervioso aparte: el Simpático y Parasimpático. Bien: los discípulos de Pávlov, entre ellos Bikov y su escuela, han demostrado que no es así. El funcionamiento de todos nuestros órganos está regido también por nuestro cerebro, el que está informado de cuál es su estado funcional y que además puede actuar sobre ellos modificando su función. Más adelante les va a resultar más claro este concepto cuando estudiemos justamente cómo funciona el cerebro.

En una palabra: el cerebro es la "central telefónica" a la que llegan todas las "llamadas" y donde se hacen todas las conexiones que nos ponen en comunicación con el mundo exterior o interior.

¿Cómo funciona el cerebro?

Veamos qué pasa cuando a través de los órganos de los sentidos llega hasta el cerebro una excitación: supongamos que se prende una luz; la imagen luminosa llega al ojo y a través del nervio óptico es llevada hasta la zona de la corteza cerebral correspondiente a la visión. Allí algunas células de la corteza entran en funcionamiento, en actividad. Se forma lo que Pávlov denominó un foco de excitación positiva y nosotros tenemos la imagen del objeto luminoso. Lo mismo podemos decir con respecto a un ruido, un olor, etc. Cada vez que una zona de la corteza es excitada se forma una zona de excitación positiva y a su alrededor, por un proceso normal, fisiológico, se produce una zona de excitación negativa o frenado.

Pongamos un ejemplo para ser más claros. Ustedes están escuchando la clase. Mi voz llega a vuestro oído y por el nervio acústico es llevada hasta vuestro cerebro. Se produee una zona de excitación positiva, actividad de la corteza cerebral, que hace que ustedes me escuchen y a la vez interpreten lo que les digo. A su alrededor se forma una zona de excitación negativa, de "frenado", que hace que otros ruidos, (de la casa, de la calle), no sean percibidos por Uds., no los oigan. Ellos llegan al cerebro en la zona de frenado. Podríamos poner cantidad de estos ejemplos de la vida diaria que hacen comprender mejor. Por ejemplo: a menudo Uds. están escuchando la radio o leyendo un libro. Llega una persona y les habla y ustedes no la sienten. Un sujeto estudiando o concentrado en un trabajo cualquiera, no oye a menudo que le hablan o lo llaman. Está aislado del mundo exterior, prácticamente. Es decir que todas las otras excitaciones le llegan a la corteza cerebral en la zona de "frenado" y no se registran como tales o apenas como una cosa confusa que no puede distinguirse. Este es el mecanismo que nos permite concentrarnos en una actividad determinada. Ahora bien: sí en este mismo momento en que les estoy hablando a ustedes se golpeara fuertemente la puerta, o se produjese en la calle un choque violento con gran estruendo, inmediatamente Uds. dejarían de oír mi voz y escucharían el ruido perturbador.

Es decir, que es necesario que se produzca una excitación más intensa para que borre la excitación producida por mi voz y se registre en vuestro cerebro. Si en el momento de producirse un ruido fuerte, yo hubiera seguido hablando, muchas de Uds. preguntarían luego: "¿qué dijo? me distraje con el ruido". Ahora bien: todos estos excitantes que llegan al cerebro a través de los órganos de los sentidos son los que Pávlov llamó excitantes ex temos. Ellos nos informan de lo que pasa a nuestro alrededor y nos permiten adaptamos a las distintas circunstancias de la vida.

Pero dijimos que nuestro cerebro sabe también lo que pasa en nuestro interior. Del corazón, del estómago, del útero, parten excitaciones que le están informando sobre cuál es su estado funcional. Es claro que nosotros no tenemos permanentemente la noción de ese funcionamiento. Nosotros no percibimos los latidos cardíacos, a pesar de que el corazón se contrae las 24 horas del día; no sentimos las contracciones del estómago y del intestino durante la digestión, a pesar que es necesario que se contraigan para hacer progresar los alimentos. Ninguna de ustedes percibe en este momento las contracciones del útero y el útero se contrae durante todo el embarazo. Eso se debe a que son excitaciones de pequeña intensidad y no llegan a registrar-ge como tales en nuestro cerebro: llegan a la zona de frenado. Pero basta que cualquiera de ustedes tenga un cólico intestinal para percibir perfectamente las contracciones del intestino y reconocerlas como tales. ¿Qué pasa entonces? La contracción normal se hizo patológica, más intensa, pasó la barrera de frenado y ustedes la perciben claramente. No sienten en este momento las contracciones del útero porque son de pequeña intensidad, pero cuando el parto se inicia, adquieren una intensidad mucho mayor y entonces ustedes las van a percibir perfectamente. Todo este conjunto de excitaciones que parten de nuestros órganos y llegan al cerebro constituyen lo que Pávlov llamó: excitantes internos.

La respuesta del cerebro: Los reflejos

Cada vez que una excitación de este tipo llega a nuestro cerebro, éste la registra y a la vez envía una respuesta. La respuesta del cerebro, como la de todo el sistema nervioso, se llama reflejo. Pongamos un ejemplo: si con un alfiler pinchamos la mano de ustedes, inmediatamente la mano es retirada; ¿qué pasó? La sensación dolorosa es llevada por los nervios sensitivos hasta nuestro sistema nervioso y éste inmediatamente da la orden que hace contraer los músculos del brazo y se retira la mano. Este se llama reflejo de defensa. Otro ejemplo: si se produce un ruido, inmediatamente dirigimos la mirada hacia el lugar de donde proviene. La excitación llega hasta el cerebro a través del nervio acústico y de éste parte la orden que hace que los músculos del cuello se contraigan y la cabeza gira hacia el lugar de donde partió el sonido. Este es también un acto reflejo.

Los dos tipos de reflejos

Estudiando los reflejos, Pávlov los dividió en dos grandes grupos:

1) Los reflejos innatos. Son reflejos que ya están formados en el ser desde el nacimiento. El mejor ejemplo es el reflejo innato de succión. Casi enseguida de nacer, si excitamos la mucosa de los labios del bebé, éste chupa. Es decir: la excitación de la mucosa de los labios llega hasta el sistema nervioso e inmediatamente éste ordena la contracción de aquellos músculos de la cara que hacen la succión y el bebé chupa. Hay una serie de reflejos ya formados en el recién nacido que le permiten enfrentar las primeras etapas de la vida. Pero el hombre no podría vivir solamente con los reflejos innatos. La vida, a medida que nos desarrollamos se va haciendo más y más compleja, más difícil. El hombre, y también los animales, tienen la facultad de formar nuevos reflejos a los que Pávlov llamó:

2) Reflejos adquiridos o reflejos condicionados. ¿Qué son los reflejos condicionados? Pongamos én primer término un ejemplo que nos va a facilitar la comprensión de este concepto.

Pávlov realizaba la siguiente experiencia: por medio de una operación sacaba hacia afuera el canal de excreción de la glándula salivar, que normalmente desemboca en la boca, de manera que la saliva salía al exterior y podía ser recogida y medida. Si a este perro así preparado se le daba de comer, inmediatamente la saliva empezaba a escurrir por el orificio exterior. Este es un reflejo innato: el reflejo salivar. Pero si cada vez que se le daba comida al perro, se prendía primeramente una luz, y si esta experiencia se repetía durante un tiempo (luz—comida, luz-acomida), llegaba un momento en que bastaba prender la luz solamente, sin dar el alimento, para que se produjera la secreción de la saliva. ¿Qué sucedía?

Veamos:

al prender la luz se produce en el cerebro una excitación de las células de la corteza cerebral en la zona visual, que nos da la imagen luminosa. Al dar la comida, ésta excita por otra parte las papilas gustativas de la lengua que llevan la sensación hasta el sistema nervioso y de ahí parte la orden de secreción de la saliva. Es decir que se producen en el cerebro dos excitaciones distintas y separadas una de otra, sin ninguna vinculación. Pero al repetir la experiencia simultáneamente, (luz—comida, luz-comida), llega un momento en que en el cerebro del perro se asocian las dos cosas: la luz y la presencia de la comida. Y llega un momento que, aunque la comida no esté presente, la luz provoca en el perro la secreción de la saliva como si fuese a recibir la comida. Es decir que la luz, excitante indiferente con relación a la secreción salivar, se transformó por la repetición asociada a la administración de la comida, en un excitante de la secreción de la saliva. Esto es un reflejo condicionado, un reflejo nuevo, adquirido por el perro a través de una repetición, de una educación. Este reflejo condicionado sólo puede formarse en la corteza cerebral porque sólo en ella se registran las distintas sensaciones. El reflejo condicionado es un reflejo cerebral, cortical. Si al perro se le extirpa la corteza pierde todos los reflejos de este tipo. Un animal descerebrado es incapaz de procurarse el alimento aunque lo tenga delante de los ojos: se moriría de hambre. En cambio, traga si se le pone la comida en la boca. El reflejo de deglución (tragar), reflejo innato, es mantenido, mientras que el reflejo de conseguir el alimento, reflejo adquirido, se ha perdido. Este reflejo estaba asociado al color de la comida, olor, forma, etc. Pongamos algunos ejemplos de la vida diaria: si ustedes pasan por una confitería, al ver en la vidriera ricos dulces dicen: "se me hace agua la boca". Es decir: la visión de una cosa que es agradable de comer provoca la secreción de la saliva. Y sabemos que es agradable de comer porque ya alguna vez lo hemos visto y comido. Muchas veces, cuando entramos a un lugar y sentimos un olor agradable de comida, sentimos una sensación especial a nivel del estómago que llamamos "dolor de hambre". Es decir que el olor de la comida nos provoca contracciones en el estómago y secreción de jugo gástrico que nos produce esa sensación especial. Si en cambio el olor que percibimos es un olor desagradable, a nadie provocará sensación de hambre. Todos estos son distintos ejemplos de reflejos condicionados, producidos por excitantes que llegan hasta el cerebro a través de los órganos de los sentidos, es decir, por excitantes externos.

Pero dijimos que el cerebro recibía de cada uno de nuestros órganos informaciones por medio de lo que Páv-lov llamó excitantes internos. También a punto de partida de estos excitantes se pueden formar reflejos condicionados. Veamos un ejemplo: a una perra con fístula salivar como la que ya dijimos, cada vez que se le daba comida se le excitaba la mucosa uterina con una corriente eléctrica de pequeña intensidad. Se repetía varias veces el experimento, (excitación eléctrica—comida), y un día bastaba excitar la cavidad uterina para que se produjera la salida de saliva. Podríamos poner muchos otros ejemplos de esta naturaleza. Pero lo que fundamentalmente nos interesa recalcarles es que nosotros vamos a utilizar las excitaciones que parten del útero en el momento del parto como consecuencia de las contracciones, para desarrollar reflejos condicionados favorables al parto.

EL CEREBRO ES EL ORGANO RECTOR DE TODA NUESTRA ACTIVIDAD

HASTA EL LLEGAN EXCITACIONES DEL EXTERIOR EXCITANTES EXTERNOS Y EXCITACIONES DE NUESTRO INTERIOR EXCITANTES INTERNOS

LA RESPUESTA CEREBRAL AL EXCITANTE ES UN ACTO REFLEJO

INNATOS = DEGLUCION, SUCCION

2 TIPOS DE REFLEJOS

ADQUIRIDOS


En las próximas clases vamos a hablar de la respiración y su importancia durante el trabajo de parto. Cuando éste se inicie y ustedes perciban las contracciones, inmediatamente van a asociar la contracción con la necesidad de un mayor aporte de oxígeno y se pondrán a respirar; la contracción uterina va a provocar en ustedes, un reflejo respiratorio. De la misma manera en otra clase hablaremos de la relajación muscular, de tal modo que al percibir la contracción, ustedes la van a asociar inmediatamente con la relajación muscular y pondrán en reposo todos los músculos. En una palabra: las excitaciones que parten del útero, durante la contracción, van a provocar en ustedes una respuesta determinada, asociada a la contracción, luego de haberlo aprendido en el curso. El aparato genital por un lado, y el aparato respiratorio y muscular por el otro, que funcionan independientemente, se van a asociar, a través de la educación, para realizar, en el momento del parto una función favorable al mismo.

La palabra

Tanto en el hombre como en los animales es posible formar reflejos condicionados con los excitantes externos o internos. Pero en el hombre se pueden formar reflejos condicionados con otro excitante que le es propio; la palabra, en cualquiera de sus formas: oral, escrita o gráfica.

Pongamos primero un ejemplo: a un perro le forman un reflejo salivar al ruido de la campana. A un hombre le formamos también un reflejo al mismo ruido: un ejemplo, prender una luz cada vez que suena la campana. Una vez que los dos reflejos están bien establecidos, en lugar de hacer sonar la campana, pronunciamos la palabra compana o mostramos una campana, sin hacerla sonar. En el perro no se produce la secreción salivar; en cambio el hombre enciende la luz en cualquiera de las dos circunstancias. ¿Por qué? Porque en el hombre la palabra campana, el dibujo de la campana, o el ruido producido por la misma están asociados: uno de ellos sustituye al otro. Esta relación de objeto a nombre se ha desarrollado con el aprendizaje del lenguaje. Es por otra parte un reflejo condicionado. Al niño, cuando se le enseña a hablar, se le muestra el objeto y se le dice el nombre, hasta que lo asocia. Es decir: la palabra representa en este caso, objetos reales, algo que existe. Pero también a través de la palabra, podemos trasmitir cualidades, características de los objetos. Por ejemplo: en la escuela, para enseñar los colores se asocia el objeto al color: colorado como la brasa —azul como el cielo— amarillo como el sol.

Basta luego la imagen del objeto o su nombre para sugerir el color que queremos. Podemos de la misma manera trasmitir cualquier tipo de cualidad. Por ejemplo: podemos formar un reflejo condicionado en el hombre a la palabra bestia salvaje. Una vez establecido éste, pronunciamos la palabra león o le mostramos el dibujo de un león y el reflejo también se produce.

En todos estos casos la palabra sustituye cosas reales, existentes. La palabra puede sustituir también excitantes internos, es decir, los que parten de nuestros órganos internos y transformarse en un excitante condicionado.

Así, a través de la palabra, vamos formando reflejos condicionados nuevos. La educación no es en suma sino la adquisición de nuevos reflejos condicionados. Cuando el maestro en la escuela repite a los niños: "Cuando entra el maestro en la clase hay que hacer silencio, poner las manos sobre la mesa y estar atentos, porque empieza la clase", está creando un reflejo condicionado a su presencia en la sala de clase. Y así, cada vez que el maestro entra a la clase, todos hacen silencio, etc. Si cada vez que suena el timbre de la puerta de calle la madre indica al niño pequeño que vaya a ver quién es, al cabo de cierto tiempo el niño abandonará sus juegos y correrá a la puerta cada vez que suena el timbre. Es decir, se le ha creado un reflejo condicionado al timbre de la puerta.

Pero la palabra es capaz de trasmitir no sólo cosas reales, objetivas. Por la palabra podemos trasmitir también sentimientos, sensaciones. Ustedes lo saben bien. El relato que nos hagan sobre cosas trágicas o alegres es capaz de hacernos llorar o reír; la lectura lo mismo; un orador en la tribuna es capaz de transformar a la multitud, exaltándola hasta la lucha o aplastándola hasta convertirla en una masa pacífica o indiferente. Muchas de ustedes saben cómo a través de las comedias que se trasmiten por la radio o la TV, son capaces de experimentar las mismas sensaciones que si estuvieran participando del espectáculo. Es decir, que por medio de la palabra se puede trasmitir la alegría o la tristeza, la ira o la calma. Bien; el dolor es una sensación y por lo tanto también puede ser trasmitido.

Veamos la siguiente experiencia: alrededor del antebrazo se coloca un tubo serpentina por donde puede pasar agua. Las modificaciones que se producen en el pulso o de otro tipo son registradas en un tambor giratorio

— se hace pasar agua a 60 grados que normalmente produce una sensación de quemadura, anunciándose el paso del agua por el sonar de una campana o el encendido de una luz. Al cabo de varios días de repetir la experiencia, se hace sonar la campana o se enciende la luz, sin hacer pasar la corriente de agua caliente, y lo mismo se registran modificaciones del antebrazo en el tambor (pulso, etc.), como si el agua hubiese pasado;

— si en lugar de encender la luz o de hacer sonar la campana, simplemente decimos: "pasa el agua caliente", cuando hacemos pasar el agua, al cabo de varios días de repetir la experiencia, solamente al decir "pasa el agua caliente" sin que ésta pase en realidad, se registran en el tambor las modificaciones anteriores aunque el agua no pasa; las sensaciones dolor osas se perciben igualmente.